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José María Ibáñez.

lunes, 26 de agosto de 2013

LA TRAGEDIA DEL "MIRAMAR"

JOSEP MARÍA OSMA BOSCH

El pasado día 6 de este mes de agosto, fui invitado por nuestro buen amigo José María Ibáñez Gandía a participar en "Abierto por Vacaciones", uno de los espacios radiofónicos que de forma excelente presenta y dirige. En esa intervención hablé de uno de los dos epicentros devocionales católicos de Mallorca, el Sant Crist de la Sang (Santo Cristo de la Sangre), y en un momento de la entrevista salió el tema de la larga lista de ex votos que posee esa milagrosa imagen, y uno de ellos, el que más me impresionó durante mi infancia observaba esas muestras de agradecimiento por sus favores recibidos que se podían ver en su camarín, era una larga cuerda que perteneció a un navío de matricula mallorquina que sufrió un trágico naufragio pereciendo varias personas, me refiero al "Miramar".
Naufragio del Miramar
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)

El 10 de febrero de 1918, la prensa de Palma daba la luctuosa noticia del naufragio en la madrugada del día anterior en aguas del Mar Cantábrico del vapor Miramar, uno de los buques más emblemáticos de la "Isleña Marítima", naviera que después se fusionó con la "Compañía Transmediterránea", propiedad del financiero Joan March Ordinas. La nota de prensa consternó a toda la ciudad y de forma concreta al arrabal de pescadores y marineros de Santa Catalina, de donde procedían cinco de las diez personas que fallecieron en su hundimiento: el capitán Jorge Bennasar Juan, el sobrecargo Antonio Company Vich, el pañolero Jaime Garcia Garcia, el fogonero Antonio Pujol Garcia y el marinero Nicolás Vivó Palerm, barriada de extramuros de la ciudad de la cual me siento orgulloso de haber nacido en uno de sus más idílicos lugares, en Es Jonquet, y que nada tiene que ver en la actualidad con aquella época de antaño. Veamos las causas que produjeron ese trágico suceso.

Construido en el año 1903, en los astilleros de Odero de Sestri Ponente, en Génova (Italia), fue botado el 17 de diciembre de ese mismo año, llegando a Palma de Mallorca veinte días después y ser matriculado en esta misma ciudad. Sus características principales eran: peso de desplazamiento de 1.750 toneladas, unas medidas de 81,7 metros de eslora y 11,7 de manga, una velocidad máxima de 17 nudos, y con capacidad para 206 pasajeros. Fue destinado para cubrir el servicio lineal de Palma a Barcelona y viceversa. 

Años más tarde, a finales de la I Guerra Mundial, junto con otros navíos, fue pintado de negro y transformado en buque de transporte de carbón desde la parte norte de nuestro país suministrándolo a los puertos nacionales que era solicitado; dejaba de ser aquel vapor romántico que por sus lineas bellas y comodidades de abordo fue conocido popularmente como "el cisne del Mediterráneo"

Pocos días antes de irse a pique nuestro buque, zarpaba del puerto gijonés de Musel rumbo a Cádiz con sus bodegas repletas del mineral compacto de origen vegetal tan necesario en esa época tanto en hogares particulares como áreas industriales. A la diez horas de navegación, estando ya en aguas coruñesas, se desencadenó una fuerte tormenta con gran viento que hizo romper el timón de la nave haciendo imposible el pilotaje de la misma y llevándola a embarrancarse contra los atolones conocidos por "Los Aguilones"

La tripulación que pudo ponerse a salvo lo hizo amarrándose a gruesas cuerdas que los aldeanos les lanzaban desde sus pequeñas embarcaciones, una de esas cuerdas fue entregada a modo de ex voto por los supervivientes al Crist de la Sang una vez llagados al puerto palmesano, los cuales, en acto de agradecimiento a esas gentes solidarias, les donaron la campana de su siniestrado buque, campana que sigue estando en el campanario de Aldea de Cariño, pequeña localidad costera cercana al lugar del naufragio.
Juan Singala, capitán del Miramar
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch

Una vez conocida la fatal noticia, y al no poder ser trasladados los fallecidos a Mallorca, fueron sepultados en esa aldea situada en la ribera de la Ría de Ortigueira, celebrándose en Palma varios funerales por el sufragio de sus almas y organizándose rifas, suscripciones bancarias y actos benéficos para poder paliar la economía de sus familias. Años después, en agradecimiento al acto de humanitarismo de esa localidad cantábrica, el ayuntamiento de Palma dedicó una de sus vías públicas, entre la parroquia de San Sebastián y el vetusto y abandonado estadio "Lluis Sitjar", actualmente titulada de "Port de Cariño"

Una comisión de la "Isleña Marítima" al mando del capitán Damián Rigo Mir acudió al lugar del siniestro para evaluar los daños materiales, viendo que era imposible la recuperación total del buque únicamente pudieron sacar de su interior algunos enseres y su caldera, la cual fue reinstalada años más tarde a otro buque de la compañía.

A modo particular, pienso, y seguramente la opinión será compartida por muchos lectores de este Blog, que cada 9 de febrero, aniversario del mortal accidente marítimo, tanto nuestros estamentos oficiales como la "Transmediterránea", que al fin y al cabo el "Miramar" pertenecía a su flota, deberían honrar con una corona de laurel en la bahía palmesana o imponerla en una de las lápidas pétreas que nomenclatura esa calle en memoria de los hombres que perdieron la vida en el cumplimiento de su deber en el mar lejos de su tierra natal y de aquellas gentes de la pequeña aldea de pescadores gallegos que arriesgando sus propias vidas pudieron salvar otras.




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